Lo unico que es constante en el pueblo, son los grupos de aborígenes merodeando por las calles, algunos están solos pero la mayoría se juntan para sentarse en el suelo o en las escaleras de las tiendas.
Otra cosa extraña es su afición a colocarse en los cruces de calles, como si alguien fuera a recogerles, cosa que no ocurre, ya que al rato se van. Son bastante huraños, esquivan la mirada y aunque no van como andrajosos, la verdad es que la higiene no es su fuerte.
Muchos llevan botellas en la mano, eso si todas de refrescos, aunque se podría pensar, ya que no permiten alcohol en las calles, que van rellenadas. Aunque solo es una suposición, Y sin demasiado fundamento.
La estrella de las visitas en el pueblo son las Katherine Hot Springs, unas pozas a 32 grados, en las que es una gozada meterse. Hay bastante gente, la mayoría locales, cosa entendible un sábado por la tarde, grupos de chavales jugando, abueletes a remojo y yo, que disfruto como un enano pasando de poza a poza y cotilleando a todo el mundo. Por primera vez vemos a gente blanca relacionándose con aborígenes, y tenían que ser niños.