Afortunadamente nada mas salir de Christchurch, vemos la primera y mas clara diferencia entre Tasmania y NZ, aquí la carreteras son excelentes, no quiero ni imaginar el intentar mover esta mole entre las mil curvas de cada puerto Tasmano. La segunda diferencia aparece también enseguida, las playas de arena fina, aquí en NZ se han convertido en playas de piedras o de arena negra. El efecto visual es impactante, sobre todo si la primera visión la obtienes un día en el que el mar esta totalmente revuelto con grandes olas en un agua de color gris oscuro. Seguimos hacia el norte cruzando algún pueblo, sin demasiadas casas y con muchos de sus negocios cerrados.
Cogemos un desvió y hacemos una parada en Gore Bay cerca de Cheviot, las vistas son impresionantes, en primer plano nos encontramos unas paredes de roca cortada y al fondo aparece una playa cubierta de piedras redondeadas de diferentes colores en las que la marea y las tormentas han dejado abandonadas cientos de maderas, ramas e incluso arboles enteros.
Al despertar hace frío pero se confirma que el paisaje que habíamos intuido la noche anterior compensa. Las olas rompen contra las rocas a apenas unos metros de donde hemos aparcado, aunque el día esta gris se puede ver a lo lejos kilometros de costa salpicada de pequeñas bahías en las que el mar entra con fuerza y por el otro lado una cordillera de montañas nevadas.
También en Kaikoura damos un paseo rodeando la costa que en algunos puntos esta formada por rocas fileteadas por la fuerza del mar y masas enormes de algas de todo tipo, algunas parecen de plastico por su dureza y otras son como collares de cuentas, pero de lo que se trata es de ver una colonia de focas, al principio solo vemos un par de crías jugando en una poza, así que continuamos andando hasta que se pone peligroso ya que en cualquier momento empezara a subir la marea y lo cubrirá todo de agua. Volviendo a por la caravana, vemos que justo al lado del parking pero en la dirección contraria a la que habíamos ido, están todas las focas de la colonia. Las encontramos tranquilamente tumbadas al sol, a escasos metros de los coches, sin hacer nada mas que dar vueltas sobre si mismas y rugir a algún fotógrafo aficionado que se acerca mas de la cuenta.
Tras disfrutar de las vistas durante un largo trecho toca seguir la carretera por el interior a traves de zonas completamente inundadas de viñedos hasta Blenheim que es una ciudad de mayor tamaño pero absolutamente anodina que dejaremos de lado para llegar cuanto antes a nuestro destino: Marlborough Sounds.